Si es que es verdad. El tiempo se esconde y apenas me doy cuenta, y busco a duras penas un refugio bajo tu pecho para que no nos sorprenda la madrugada. Pero el tiempo es inexorable (tic, tac, tic, tac), y las horas pasan; y siempre el reloj avanza, y el suspiro llega, y las temibles palabras que anuncian que ya es hora de apearse de aquel coche gris oscuro, darte un último beso de despedida y subir aquella cuesta, hasta el siguiente día que nos volvamos a ver. Y puede ser en unas horas o dos días después, quizá tres; la distancia nunca importa, vivimos a apenas dos minutos el uno del otro. Pero quizá por eso se me hace tan insoportable la idea de no poder verte, de no poder estar contigo las veinticuatro horas del día; quizá, lo único que espero, sea tenerte al llegar a casa, sentir tu aroma antes de acostarme, o poder despedirme de ti con un beso cada mañana antes de partir. Sospecho que con eso, me sería suficiente.
Quédate a dormir...
que pasen treinta años antes de mañana
No hay comentarios:
Publicar un comentario