miércoles, 22 de agosto de 2012

Siete




Encontrar a alguien que te mire así, no tiene precio. Pero que después, cuando vuelvas tu mirada hacia esa persona, no la desvíe, y la descubras mirándote de la misma manera, como si fueras el más valioso tesoro que pudo encontrar jamás; eso, señores, es simplemente sublime. 

Por los siete meses que ya casi rozan los ocho.
Una enamorada. 

domingo, 29 de julio de 2012

El club de los poetas muertos

Acérquense, señores; quiero confiarles un secreto. 


Se escribe y se lee poesía, no porque sea bonita, sino porque se es parte de la humanidad. Se escribe y se lee poesía porque los seres humanos son seres con pasiones. La medicina, el derecho, el comercio, son nobles actividades, necesarias para mantenernos con vida. Pero la poesía, el amor, la belleza, ésa es nuestra razón de ser. Citando a Whitman:


¡Oh, yo! ¡Oh, vida! Todas estas cuestiones
que me asaltan
Estos cortejos sin fin de incrédulos
Estas ciudades pobladas por idiotas
¿Qué hay de bueno en todo esto, oh, yo, oh, vida?
Respuesta
que tú estás aquí -que la vida existe, y la identidad, 
que el prodigioso espectáculo sigue,
y que, quizá, tú contribuyes a él con tu rima. 


Díganme, señores. ¿Cuál será su rima?

jueves, 26 de julio de 2012

Seis

A quien quiera que esté leyendo esto:

¿Sabes? Seis meses me parece demasiado tiempo. Si te paras a pensarlo, en realidad, es una porción de tiempo extraña: no dejan de ser seis míseros meses, un puñado de días mal contados que se agrupan de treinta en treinta; pero también... también es medio año. Y eso hace que se me ponga la carne de gallina. 

En seis meses, han pasado dos estaciones (primavera, otoño, invierno, verano...). En seis meses, un niño pequeño deja de tener "cinco años" para tener "cinco años y medio". En seis meses... queda justo la mitad, queda justo el mismo tiempo que has pasado para hacer uno. No sé si me entiendes. 

Ahora que estoy al borde de los siete... me asombra. Me asusta y me asombra. El volver la mirada hacia atrás y contemplar a la persona que ha caminado conmigo durante este tiempo, y ver que estos seis meses no han sido en vano. Ver que él sigue conmigo, tan o más seguro de sí y de nosotros como el primer día, sujetando mi mano con firmeza, por si algún día me entran ganas de rendirme al miedo, no dejarme escapar. 


Amore mio, prendi le mie mani ancora e ancora, come chi parte e non saprà mai se ritorna.

martes, 26 de junio de 2012

Ella quería un pelo largo

Ella quería un pelo largo. Soñaba con una melena deslizándose por su espalda, seductora, como se veía en las películas; oscura, con ondas. Ansiaba mirarlo a través de los bucles madera y parpadear, que con tan sólo un movimiento de cabeza una cascada de rizos indomables se suicidara suavemente por su hombro hasta su cintura. Deseaba que él apartase con dulzura y deseo los cabellos de su cuello para besarlo, que se enredaran entre ambos bajo las sábanas, que la persiguieran en el agua. Ella quería un pelo largo. 

Pero ella no tenía un pelo largo. Millones de ricitos se amoldaban alrededor de su rostro y caían no más allá de su barbilla, formando una especie de dulce almohada alrededor de su cabeza. Más semejante a las lanas de una oveja que a la melena seductora tan ansiada por ella. Y él jugaba con esos rizos embelesado; podía pasarse horas acariciando su cabecita, perdiendo sus dedos en aquellos pequeños bucles. Y sí, el cabello corto le favorece, mucho más que la melena. Es más ella

miércoles, 20 de junio de 2012

Seis segundos

Hace algún tiempo, leí, en algún sitio, que para que un abrazo tenga un impacto químico en el cerebro, tiene que durar, al menos, seis segundos. 

Ha sido un día extraño, no lo niego. Emocionalmente, me he sentido extraña. Hay sentimientos que vienen y van, personas que no sé si valen la pena siquiera molestarse por ellas, seguir herida. Le he dado vueltas durante toda una tarde, he hablado con alguien y he acabado más liada todavía, sin saber exactamente qué me preocupa y qué no. Qué es lo que me da miedo y qué es lo que me pone furiosa, qué es lo que odio de esas personas (o de esa persona en concreto) y qué es lo que me impide mandarla a la mierda de una patada. Y pensé, pensé más de la cuenta, y me asusté; por su actitud, quizá por la mía. Y amparada en la oscuridad de la noche y en la seguridad de mis sábanas, hice lo que procedía. 

De nuevo, tomé la carta entre mis manos. Y antes de ni siquiera abrirla, noté cómo un temblor se apoderaba de mí, y el conocido escalofrío que todas las noches recorría mi espalda volvía a hacer su camino habitual hasta la yema de mis dedos, mientras sacaba las hojas de papel de su sobre. La emoción me embargó, mis pupilas se empañaron. Ciento cincuenta y tantos días... 

Amanecí igual que siempre. Recogí la casa, mientras lo hacía daba vueltas a la maraña de sentimientos que aún no terminaba de ordenar. Y varios fragmentos de recuerdos se iban interponiendo ante mis ojos, como una película, haciéndome sonreír. 

Dicen que para que un abrazo tenga un impacto químico en el cerebro tiene que durar al menos seis segundos. Yo noté ese impacto desde el primer roce, y fue acentuándose cada vez más ante el contacto prolongado. No, no necesité seis segundos. Te necesité a ti. 

Ahora, lo entiendo, lo sé, lo comprendo: ahora lo siento así. El por qué mi actitud cambia con esa persona, es porque en mi interior sé que, por muy bien que me caiga, hay algo en él que no me gusta; aunque me esmero en creer esa falacia de que toda persona tiene algo bueno en su interior y puedo sacarlo si me esfuerzo. Pero, ¿sabes un secreto? No quiero esforzarme, no esta vez. Quiero rendirme con él y con los que son como él. Y el motivo es muy sencillo: tú. Me esforzaba continuamente por intentar sacar lo mejor de esa clase de personas, por un absurdo sentimiento ególatra de querer sentirme especial, apreciada y querida. Sí, lo confieso, necesito eso; en cierta medida, todos lo necesitamos. Lo genial de todo esto, es que, gracias a ese abrazo (una noche del dos de enero que jamás olvidaré), que fue el detonante de todo lo que nos ha ocurrido hasta ahora, es que ya no necesito recurrir a ser esa especie de "alma caritativa" que intenta comprender a todo el mundo para sentirse querida por los demás. Ya no necesito "intentar salvar" a todo personaje que me contempla con ojitos desvalidos desde su penumbra en busca de ayuda, cuando no son capaces de hacer nada por ellos mismos, para sentirme bien conmigo misma (y, por qué no decirlo, para sentirme superior, importante, querida, necesitada). 

Pero... gracias a ti, todo ha cambiado. Gracias a ti, esa necesidad ha desaparecido. Tú has conseguido que sea un poco mejor persona, un poco menos ególatra, un poco menos narcisista. Tú has conseguido que sea un poco más yo, esa yo que se había perdido ligeramente con el pasar de los años, con el agradar a los demás, con el evitar sentirse pequeña. Tú me haces grande. 


lunes, 18 de junio de 2012

Amor

Últimamente no hago más que hablar de lo mismo. Pero se me hace extraño tener, por fin, después de tantos años imaginando más que sabiendo, un rostro que ponerle a tantos sentimientos, un fin a tantas emociones. Se me hace extraño añorar entre mis sábanas a alguien con quien sólo he compartido la noche algunas veces; si bien, las veces en las que ha sido la cama sean innumerables. Se me hace extraño añorar un rostro que, en ocasiones, soy incapaz de recordar con exactitud, y la mayoría de las veces recuerdo hasta el menor detalle; que el día que no te vea se me haga eterno, y no deje de pensar que debería haberme escapado aunque fuera cinco minutos para dedicarte algo de mi tiempo. Se me hace extraño rememorar un olor que no es el mío, pero que me envuelve cual si lo fuera, trayéndome recuerdos de horas pasadas y días que están por venir; que el día que no lleve tu anillo colgado al cuello sienta como si me faltara algo. Se me hace extraño sentir esa necesidad ansiosa por tomar esa dichosa carta todas las noches y releer, una y otra vez, esas líneas vertidas de sentimientos que me harán llorar, noche sí y noche también, de pura felicidad. 

Se me hacen extrañas tantas cosas que soy completamente incapaz de enumerarlas aquí, en apenas unas líneas, con las palabras de esta lengua me confiere. 

Porque te quiero, y con esto basta. Y de alguna forma extraña, estoy anclada a ti. A tu mirar, a tu forma de tratarme, a tu forma de quererme; a tus manos, tus labios, tu cuerpo y tus ojos; tu sonrisa, tu voz, tus pestañas y tus lunares, tu perfume y tu sueño. Estoy anclada a ti, y tú también a mí. De alguna forma extraña, ambos estamos atados, con ese lazo extraño que se llama amor. 


jueves, 14 de junio de 2012

5

¿Sabes? Te echo de menos. Echo de menos el sabor de tus sábanas, el despertarme y encontrarte a mi lado. Echo de menos esas tardes eternas acabadas en madrugadas, los paseos, las escapadas, el hoy eliges tú. Y volverme loca la cabeza pensando a qué rincón podríamos ir ese día que no hubiéramos visitado ya en los cuatro meses anteriores, cada fin de semana.

Pero este último mes ha sido un poco extraño, ¿verdad? Nos ha impedido esa regularidad de las visitas, ese tiempo juntos, esa... ese todo. Las obligaciones nos requerían y había que atenderlas, es lo que hay que hacer. Pero estamos a un paso, a sólo un paso, de acabar con ellas, y volver a aquella época que añoro: esos días de libertad que tanto me hacen falta, esas ganas de ti que no se me quitan nunca.

Y sin embargo, allí estabas de nuevo. Con aquel ramo de flores que jamás falla, y una carta que no me esperaba, y que ha dado un nuevo significado al "dormirse llorando cada noche". Porque a las nocturnas lágrimas ha acompañado siempre una sonrisa, y ese sentimiento de estar completamente segura de estar cada día un poco más cerca de caer en ese abismo que me evoca tu mirada. Pero por favor, si caigo, que nadie me salve, que allí me quiero quedar yo. Enamorada.