jueves, 10 de mayo de 2012

Cuatro

Y en apenas un soplido otros treinta días se me escapan de las manos. Cuento los pasos que damos y vuelvo la vista atrás, porque aún hoy por hoy me cuesta creer en toda la suerte que tengo. Sumida en la oscuridad que la noche me otorga, casi como un regalo, entre sábanas y cama; aprieto, con mezcla de dulzura y temor, añoranza, nostalgia; círculo turquesa y plata, mi compañero cuando tú no estás conmigo.

El peso del anillo que te robé, apenas unas semanas después de empezar, y que te prometí que te devolvería en unos días, y que aún hoy sigue colgando de esa cadena de plata en mi cuello;    el recuerdo de una caricia que aún florece en mi piel por las noches, antes de acostarme; el eco de una voz que no termina de difuminarse en mi memoria durante todo el día; una sonrisa que me acompaña continuamente; las ganas de permanecer envuelta en tu aroma continuamente. Mil y una situaciones, mensajes oníricos que me hacen darme cuenta, una vez más, de que, a pesar de todo, tú estarás, como cada viernes, esperándome en aquel portal, con esa sonrisa condescendiente y preguntándome por qué llego tarde otra vez; no sin antes, recibirme, como siempre, con ese beso que hace temblar todo mi mundo. 

Te voy a sostener entre mis manos
y seré aquello que no te esperabas

No hay comentarios:

Publicar un comentario