sábado, 9 de abril de 2011

Cuentos de hadas

He cambiado mis ropas por un vestido de flores. He salido corriendo de palacio a las doce dejando un zapatito de cristal detrás. He mordido una manzana envenenada, he dormido rodeada de zarzas durante casi mil años. He jugado con una pelotita dorada para encontrar un príncipe sapo, y he lanzado mi trenza de dorados cabellos para que la bruja subiese por ella. He coleccionado rosas de cristal de un bosque perdido, he conocido al príncipe nadando en el fondo del mar; me he cubierto con piel de asno para ocultarme a ojos de mi padre, y he llorado el olvido de un príncipe, deshaciendo un maleficio. He encontrado hadas en el fondo de mi armario, jugando con las flores perdidas de alguna princesa de la luna; he cortado barbas de enanos gruñones y descubierto a un príncipe bajo las pieles de un oso. He vivido las historias de mis libros paso a paso, he soñado con un mundo mejor que se encontraba en la palma de mi mano. He pedido deseos cumplidos a las estrellas y frotado una lámpara mágica para encontrar una cueva de ladrones, y me he pasado días llorando porque soy incapaz de hilar la paja para convertirla en oro, hasta que un enano saltarín se ha aparecido ante mí y me ha exigido a mi futura hija a cambio. He soñado con voces que me hablan y animales que me ayudan, he viajado a lomos de un cisne huyendo de una casita de chocolate. He probado un vino que me delató y he cantado con melodiosa voz junto a las aves más extrañas, para encontrar al amor esperándome bajo mi ventana.

viernes, 1 de abril de 2011

Porque sí

Casualmente, soy de ese tipo de personas que hacen algo "porque lo tienen que hacer", sin más razón ni motivo que ese. No para ser mejor persona, más responsable, más humilde; ni siquiera para acercarme un poco más a toda esa mierda que llaman perfección, que todos buscan incoscientemente y nadie encuentra, porque todos saben que no existe, y aún así la quieren crear. No creo en la perfección; no creo en las buenas formas, aunque sí que considero que una sonrisa abre más puertas que un ceño fruncido. No creo en la humildad, ni en que se pueda clasificar el mundo y todo en parámetros tan simples como "bueno" y "malo". Y al final, la responsabilidad te termina matando, si no tienes cuidado, si no eres un poco irresponsable.

No necesito, ni quiero, motivos. Me muevo por algo más interno, por algo que no existe en la lengua, pero llevo dentro de mí. Podríamos definirlo como instinto, pero no creo que se le parezca. Mi "porque lo tengo que hacer" es sinónimo de algo que me nace, que implica la única verdad y la esencia de lo que realmente soy. cuando hago las cosas sin pensar, cuando no busco un motivo, cuando todo aconseja que tome otro camino, ahí soy realmente yo. No pienso lo que hago, no medito; simplemente lo siento. Y me dejo llevar por ese impulso que me dicta el camino, que hace que camine, salte, tropiece, resbale, o alce el vuelo por encima de las nubes y juegue entre las estrellas a buscar sonrisas.

El motivo más puro, la única razón válida que me mueve y con la que jamás tengo dudas.

Porque sí.