Un abrazo de despedida que le hizo caer en la cuenta; conversaciones a media tarde que le devolvieron la sonrisa y el apoyo cuando todo lo demás falló; paseos donde se descubría a sí misma en la otra persona; y finalmente, el sonido de las olas susurrantes de fondo, las luces de la avenida apenas iluminando, el temblor que poco a poco se apoderó de su cuerpo y que, aún hoy, no la deja, si se acerca lo suficiente a ti. Y después...
...después, todo cobró sentido.
Como una herida en el corazón, que no me duele
Me gusta como eres