Tan rápido como se presentó, acabó. Me quedan las ganas de seguir, de volver cada domingo a ese cuarto, intentando hacernos escuchar entre tanto instrumento mientras procuramos evitar el acoplamiento de los micrófonos. Hablar, reír, comentar y guardar silencio por un corto tiempo, volviendo casi locos a los cinco (o seis) restantes. Más de uno habrá salido con dolor de cabeza de allí por nuestra culpa, lo sé: incluso puede que todavía se pregunten cómo es posible que hablemos tanto, que aún después de tres, cuatro y hasta cinco horas de ensayo, salgamos de aquella casa, todavía con ganas de seguir cantando, riendo y haciendo el tonto.
Por mi parte, debo decir que muy pocas veces me he sentido tan llena haciendo algo. Disfrutar tanto como lo he hecho esta vez, quedarme con ganas de repetir, de volver a los ensayos, de subirme de nuevo a un escenario, eso es casi nuevo para mí. Lo que he aprendido... demasiadas cosas para dar cabida aquí. He superado mis límites una y otra vez, me he visto capaz de hacer cosas que jamás soñé siquiera, me he vuelto a ilusionar por algo que creía que no era para mí. Ganas y energías renovadas, confianza asegurada, y, sobre todo, muchas ganas de disfrutar con lo que hago.
Con lo que me quedo, lo bueno y lo malo, absolutamente todo.
Qué extraño. Por un momento, siento que las palabras se me quedan cortas.
I'm gonna make it real, my friend... no more butterflies in my head